El valor del tiempo

El tiempo no sólo rige las actividades del hombre sino su ser mismo, pues todo lo que experimenta en su vida sucede en el transcurrir de esta abstracción. De hecho, no hay nada en el mundo conocido que no experimente los cambios que el tiempo trae consigo. Se dice que "el tiempo es implacable" porque nunca deja fluir y todo lo que existe está sometido a su efecto. El tiempo ha intrigado a las mentes humanas desde la antigüedad y en un intento de entenderlo se le han otorgado distintos sentidos. En la era del racionalismo, el físico Isaac Newton dijo que el tiempo existía independientemente de la mente humana y los objetos materiales, que fluía por sí mismo.

La observación del mundo externo permite advertir la sucesión de numerosos acontecimientos, algunos de tipo astronómico, como la salida y puesta del Sol, la sucesión de las estaciones, y otros como las posiciones sucesivas que adopta un cuerpo en su caída, un péndulo que oscila, o los cambios biológicos de los seres vivos. Las distintas culturas han creado muchas maneras de medir el tiempo, valiéndose de tecnología específica para ello -como son los cuadrantes solares, las clepsidras o los relojes-, o bien a partir de elaboraciones intelectuales basadas en la observación astronómica, como son los calendarios. .

El tiempo es la magnitud que permite ordenar los sucesos en secuencias, estableciendo un pasado, un presente y un futuro.

Los modernos diccionarios lo definen: “Relación que se establece entre dos o más fenómenos, sucesos, cuerpos u objetos” (Encicl. Ilustrada Cumbre); “Duración de los fenómenos. . . época, siglo” (Dicc. Larousse); “Duración de las cosas sujetas a mudanza” (Dicc. de la Real Academia); “Aspecto mensurable de la duración” (Dicc. de Psicología).

La mejor definición, si bien no la más clara para el lector moderno, sigue siendo la antiquísima definición de Aristóteles:

“El número, o la medida, del movimiento según antes y después”. Para Aristóteles, como para la mayoría de los filósofos antiguos y medievales, la palabra movimiento equivalía a cambio (decían que todo lo que cambiaba “se movía” de la potencia al acto, es decir, de la posibilidad a la realidad)

Cfr. La administración del tiempo en http://es.wikibooks.org/wiki/Administraci%C3%B3n_de_tiempo/Introducci%C3%B3n

El tiempo es pues, la dimensión del cambio. Si nada cambiara, no habría tiempo. Resulta entonces una deducción que sorprenderá a más de uno: El tiempo en sí no existe. No existe porque es una simple medida. No existe el tiempo como no existen ni el kilómetro ni el litro, sino únicamente las cosas que son medidas por tales patrones convencionales.

Tiempo cronológico y tiempo psicológico

Cuando hablamos de tiempo podemos tener en cuenta dos formas de considerarlo: tiempo cronológico y tiempo psicológico. El primero, o cronológico, es medido a través de un procedimiento convencional y no es más que una referencia que necesitamos para orientar nuestros actos, "ya es hora de...", "todavía falta un poco para...", "dentro de media hora...", "aun me queda tiempo para...". Es lo que podríamos llamar tiempo real de acuerdo con el reloj.

El segundo, tiempo psicológico, está en relación a nuestra consideración o vivencia interna del tiempo, que dista considerablemente de la cronológica: el reloj siempre tarda lo mismo en marcar las horas que a veces a nosotros nos parecen eternas, o al contrario. Lo mismo pasa con los días, semanas, meses o años, cuya magnitud percibida se acorta a medida que avanza la vida de cada sujeto. El tiempo psicológico es, en parte, el catálogo de la acumulación creciente de datos en la memoria a partir de continuas fluctuaciones en la percepción. En otras palabras, lo que recordamos configura el pasado, mientras que el futuro consiste en esos sucesos que no pueden ser recordados. El viejo método de comparar sucesos únicos para comprender y generalizar sucesos repetidos, como el movimiento aparente del sol, la luna y las estrellas, trasladado a todos los cuerpos celestes, es un buen modelo de ello.

Valorar significa atribuirle a algo un valor relativo mayor que a otras cosas que también nos rodean. El valioso recurso llamado tiempo afecta la forma en que se utiliza los demás recursos. Este es el único que todos poseen en igual cantidad, a diferencia de los demás, no se le puede almacenar ni atesorar. Esto significa que no se puede utilizar el tiempo en la misma forma que el dinero, por ejemplo.

El valor del tiempo y su enorme importancia, es un paso previo y necesario para lograr su mejor aprovechamiento. Posiblemente no hay que nos iguale más a todos los humanos que el tiempo.

Del buen aprovechamiento del tiempo, de las 24 horas de las que disponemos cada día, dependerá nuestro grado de realización, nuestro presente y nuestro futuro. Además, tendrá un papel de singular relieve en nuestras relaciones con los más próximos, la familia, amigos colaboradores y con todos aquellos que forman parte de nuestro entorno.

Dominar el tiempo es dominar la vida. Los que realmente aprendan a usar el tiempo podrán disfrutar de una vida satisfactoria, enriquecedora y productiva. La mayoría descubre demasiado tarde lo que quiere y cómo obtenerlo.

Muchas veces se ha dicho que la gente atareada, las personas con agenda completa son las que sacan sus compromisos, e incluso puede adquirir otros.

El dominio del tiempo es vital. Debemos planificarlo y administrarlo de forma imaginativa. Valoremos nuestras responsabilidades, califiquemos nuestras tareas marquemos nuestras prioridades.

Es aconsejable que cada día dediquemos un tiempo, diez a quince minutos a planificar el día siguiente; los domingos alrededor de una hora para organizar la semana. No debemos considerar perdido, el tiempo que dediquemos al descanso, a la distracción y reflexión. El tiempo que dediquemos a relajarnos puede permitirnos ser más eficientes.

Comprometámonos con nosotros mismos para una mejor utilización del tiempo, respetamos nuestros tiempos y el de los demás.

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